Ya que por fin nos hemos adaptado del todo al nuevo grupo, a la maestra, a los hábitos y normas, podemos hacer muchísimas más cosas que a la maestra le encanta y a nosotros también. Por eso, en este mes hemos empezado a dedicar un día a la semana a trabajar la ciencia y la experimentación. El mes de enero nos ha traído a un simpático amiguito que se llama Duendi. Susana nos lo ha presentado.
Este simpático duendecillo es un poco travieso y le encanta comer. Hace unos meses comía todo lo que se encontraba: calcetines, periódicos, lupas, palitos, semillas... Todo lo quería probar; su estómago parecía no tener fin. Un día estaba en el bosque probando unas piedritas del suelo cuando vio un objeto extraño que le llamó la atención. No sabía qué era aquello, pero por supuesto que se lo comió.
Desde ese momento, Duendi ya no come todo lo que encuentra: hay cosas que sí puede comer y otras que no. El duende ha venido a nuestra clase a contarnos la historia para ver si lo podíamos ayudar, pues, quizás averiguando lo que tragó aquel día, podamos ayudarle para saber qué es lo que puede y lo que no puede comer. Susana le ha dicho que somos unos niños muy inteligentes y que seguro que le podemos ayudar.
Empezamos comprobando qué cosas le gustaban: uno a uno, fuimos trayendo objetos de la clase y los separamos en dos bandejas: en una pusimos las cosas que le gustan a Duendi y en otra las que no.
RESULTADO:
- A Duendi no le gustan: los lápices, gomas, rotuladores, tenedores de plástico, peluches, muñecos, puzles, regletas, papel, pinceles, pegamentos, esponjas...
- Le gustan: las tijeras, las patas de las mesas y sillas, algunas cremalleras, las trabas del pelo que llevan las niñas de la clase, las cerraduras, las llaves (le encantan, casi casi se las come de verdad).
A mitad de la investigación un niño dijo: "¡Duendi solo come metales!". La maestra lo comprobó con nosotros, miramos la bandeja de lo que le gusta al duende y ¡tenía razón! todo lo que había en ella eran metales. Entonces otra compañera dijo: "yo creo que se ha comido un imán". ¿Un imán? Pedimos a la compañera que exlicara su hipótesis y dijo que los imanes atraen el metal y que seguramente Duendi se había comido un imán.
¡Pero qué niños de 4 añitos más inteligentes!, ¡cómo no se le había ocurrido a Duendi! A partir de ahora y durante un tiempo, vamos a estudiar los imanes en el tiempo dedicado a la ciencia.
Hemos empezado dando de comer a Duendi, nos encanta ver cómo se quedan pegadas las llaves o las tijeras a su boca, ¡y lo difícil que resulta quitárselas!
Duendi se quedará con nosotros en el estante de la ciencia para seguir experimentando con él.